Durante mil millones de años, la vida en la Tierra ha estado moldeada por el ritmo predecible de la luz y la oscuridad. Este patrón está profundamente arraigado en el ADN de todas las formas de vida, desde las plantas hasta los animales. Sin embargo, la interferencia humana ha alterado drásticamente esta armonía al iluminar intensamente la noche.

Esta interrupción tiene importantes repercusiones. Las plantas y los animales dependen de este ciclo natural para coordinar una serie de actividades vitales, como la reproducción, la nutrición, el sueño y la protección frente a los depredadores.

 

La contaminación lumínica se perfila como una amenaza crítica para los ecosistemas, ya que provoca cambios en el comportamiento de la fauna, dificulta la recuperación de especies amenazadas, interfiere en las rutas migratorias y reduce tanto el éxito reproductivo como la supervivencia de estas especies. En las zonas protegidas de la Macaronesia, que abarcan lugares como Madeira, las Azores y las Islas Canarias, esta amenaza persiste sin tregua.

Aunque la contaminación lumínica tiene sus raíces en las zonas urbanas, sus efectos se extienden más allá de ellas, afectando tanto a las zonas designadas por la Red Natura 2000 como a las especies que viven en ellas.

 

En este proyecto abordamos este reto en dos frentes distintos. Descubra más sobre nuestros esfuerzos y dónde estamos trabajando para mitigar esta amenaza: